En la primera versión de este
blog escribí un post sobre ella pero cómo muchos otros textos, se perdió en el
ciber espacio. Fue la responsable directa de mi afición por el sexo de pago y
la persona que abrió mi mente a múltiples prácticas sexuales. Privadamente al
apodé La Maestra. ¿Fue ella la que me pervirtió? No, esa fue una primeriza
novia, pero con La Maestra alcancé por primera vez cotas sexuales inimaginables
para mí hasta entonces.
La razón de esta nueva entrada es
que tras varios años alejada del mundillo, he visto que ha abierto una casa de
nuevo. Fiel a su discreción, apenas ha
publicitado nada y poca información tengo, pero los recuerdos se comienzas a
agolpar en mi cabeza.
Si la memoria no me falla, con
ella tuve mi tercer encuentro de pago. El primero fue verdaderamente horrible,
el segundo ya fue mucho mejor y el tercero con La Maestra, fue excelso. Aún
recuerdo cómo me temblaban las piernas al salir de su casa. Literalmente. Ya en
aquella época la tildaban de madurita. Siempre pensé que era algo exagerado,
ella estaría en la treintena, pero de ahí a madurita había un trecho. La seguí viendo durante varios años, entonces
sí que ya entraría para mí en la categoría de MILF. Es, a pesar del tiempo transcurrido,
la chica con la que he tenido más experiencias, sólo superada por otra
sospechosa habitual. La visité en seis ubicaciones distintas de su casa, hasta
que un buen día desapareció. Conmigo, a pesar de ser siempre conversadora y
amable, nunca tuvo la costumbre de contarme cosas muy personales, aunque sí que
explicó que tenía en marcha un negocio fuera del sexo de pago, que quería que
le permitiera retirarse. Así que cuando se desvaneció, no me extrañó demasiado.
Pasado bastante tiempo, un par de
años o así, ví su número en el móvil y la llamé por impulso. Sin esperanza de
que me lo cogiera. Para mi sorpresa respondió al otro lado de la línea. Estaba
de vacaciones en España. Se trasladó al
extranjero a vivir y de vuelta por aquí encendió su viejo móvil para estar
comunicada. Cuando le pregunté a bocajarro si podíamos vernos, riendo dijo que
no, que se sentía halagada, pero que estaba de descanso.
La Maestra fue una de las
primeras chicas en tener multitud de fans, en los por aquel entonces precarios,
foros del sexo de pago. Una pionera, por decirlo de alguna forma. Así que
cuando la estaba esperado en la habitación antes de nuestra primera cita mi nerviosismo era palpable. Tanto por
mi inexperiencia en estas lides, cómo por
su fama. Entró ondeando su media melena, falda corta, top y tacones. Me saludó
sonriente y cogiéndome ambas manos me miró directamente a los ojos, sonriendo.
Supongo que calibraba mi estado. Al ayudarme a quitarme la chaqueta, aprovechó
para acercar sus labios a los míos y me arrinconó contra la pared. Me sujetó
suavemente pero con firmeza y comenzamos a besarnos. Ahí se inició un verdadero
vendaval y cuando salí de su piso, apenas podía mantenerme en pie. Por más de
una hora me devoró y me folló como si no hubiera un mañana.
Tras ese primer encuentro con
ella, me hice habitual suyo. Poco a poco fui descubriendo un montón de
prácticas que en la vida civil no había tenido oportunidad de hacer. Su beso
negro es el mejor que he tenido el placer de probar. Su francés, increíble.
Follábamos en todos los rincones y posiciones posibles. Algunas de ellas he
intentado ponerla en práctica con otras chicas, pero ha sido imposible. Cada
vez que me susurraba: ”Fóllame, cabrón” el orgasmo era inmediato. Su entrega
siempre fue máxima y acabábamos como si fuera un campo de batalla: sábanas
empapadas, sudados y exhaustos. Mi primer dúplex también fue con ella, los
primeros juguetes que utilicé también y si, ella fue quien desvirgó mi culo.
Además, comencé a frecuentar a
otras chicas de su casa. Compartí ratos con al menos diez de ellas, de las
cuales dos, se convirtieron en sospechosas habituales. Tanto, que alguna vez La
Maestra bromeaba reprochándome que ya no iba a verla a ella. Su casa cambió de
ubicación varias veces y yo seguía visitándola siempre que podía. Además de sus
artes amatorias, su amabilidad y trato era perfecto. En el justo medio de
confianza y misterio.
Como dijimos al principio, un
buen día se desvaneció. Hasta ahora.
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