jueves, 10 de marzo de 2016

Gatillazos: La culpa fue del cha-cha-chá (y de La Maestra).


En la primera versión de este blog escribí un post sobre ella pero cómo muchos otros textos, se perdió en el ciber espacio. Fue la responsable directa de mi afición por el sexo de pago y la persona que abrió mi mente a múltiples prácticas sexuales. Privadamente al apodé La Maestra. ¿Fue ella la que me pervirtió? No, esa fue una primeriza novia, pero con La Maestra alcancé por primera vez cotas sexuales inimaginables para mí hasta entonces.

La razón de esta nueva entrada es que tras varios años alejada del mundillo, he visto que ha abierto una casa de nuevo.  Fiel a su discreción, apenas ha publicitado nada y poca información tengo, pero los recuerdos se comienzas a agolpar en mi cabeza.   


Si la memoria no me falla, con ella tuve mi tercer encuentro de pago. El primero fue verdaderamente horrible, el segundo ya fue mucho mejor y el tercero con La Maestra, fue excelso. Aún recuerdo cómo me temblaban las piernas al salir de su casa. Literalmente. Ya en aquella época la tildaban de madurita. Siempre pensé que era algo exagerado, ella estaría en la treintena, pero de ahí a madurita había un trecho.  La seguí viendo durante varios años, entonces sí que ya entraría para mí en la categoría de MILF. Es, a pesar del tiempo transcurrido, la chica con la que he tenido más experiencias, sólo superada por otra sospechosa habitual. La visité en seis ubicaciones distintas de su casa, hasta que un buen día desapareció. Conmigo, a pesar de ser siempre conversadora y amable, nunca tuvo la costumbre de contarme cosas muy personales, aunque sí que explicó que tenía en marcha un negocio fuera del sexo de pago, que quería que le permitiera retirarse. Así que cuando se desvaneció, no me extrañó demasiado.

Pasado bastante tiempo, un par de años o así, ví su número en el móvil y la llamé por impulso. Sin esperanza de que me lo cogiera. Para mi sorpresa respondió al otro lado de la línea. Estaba de vacaciones en España. Se  trasladó al extranjero a vivir y de vuelta por aquí encendió su viejo móvil para estar comunicada. Cuando le pregunté a bocajarro si podíamos vernos, riendo dijo que no, que se sentía halagada, pero que estaba de descanso.

La Maestra fue una de las primeras chicas en tener multitud de fans, en los por aquel entonces precarios, foros del sexo de pago. Una pionera, por decirlo de alguna forma. Así que cuando la estaba esperado en la habitación antes de nuestra primera cita mi nerviosismo era palpable. Tanto por mi inexperiencia en estas lides,  cómo por su fama. Entró ondeando su media melena, falda corta, top y tacones. Me saludó sonriente y cogiéndome ambas manos me miró directamente a los ojos, sonriendo. Supongo que calibraba mi estado. Al ayudarme a quitarme la chaqueta, aprovechó para acercar sus labios a los míos y me arrinconó contra la pared. Me sujetó suavemente pero con firmeza y comenzamos a besarnos. Ahí se inició un verdadero vendaval y cuando salí de su piso, apenas podía mantenerme en pie. Por más de una hora me devoró y me folló como si no hubiera un mañana.

Tras ese primer encuentro con ella, me hice habitual suyo. Poco a poco fui descubriendo un montón de prácticas que en la vida civil no había tenido oportunidad de hacer. Su beso negro es el mejor que he tenido el placer de probar. Su francés, increíble. Follábamos en todos los rincones y posiciones posibles. Algunas de ellas he intentado ponerla en práctica con otras chicas, pero ha sido imposible. Cada vez que me susurraba: ”Fóllame, cabrón” el orgasmo era inmediato. Su entrega siempre fue máxima y acabábamos como si fuera un campo de batalla: sábanas empapadas, sudados y exhaustos. Mi primer dúplex también fue con ella, los primeros juguetes que utilicé también y si, ella fue quien desvirgó mi culo.

Además, comencé a frecuentar a otras chicas de su casa. Compartí ratos con al menos diez de ellas, de las cuales dos, se convirtieron en sospechosas habituales. Tanto, que alguna vez La Maestra bromeaba reprochándome que ya no iba a verla a ella. Su casa cambió de ubicación varias veces y yo seguía visitándola siempre que podía. Además de sus artes amatorias, su amabilidad y trato era perfecto. En el justo medio de confianza y misterio.

Como dijimos al principio, un buen día se desvaneció. Hasta ahora.


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