martes, 26 de mayo de 2015

Gatillazos: El Órgano Sexual.


Aquel día me pasó lo que describe el título de esta serie de entradas del blog. Si, tuve un gatillazo. No fue la primera vez y seguro que no será la última. En estos casos no me obsesiono, simplemente me echo unas risas  con la chica y pelillos a la mar. Normalmente cuando se relaja la cuestión un poco, todo vuele a su ser y podemos terminar lo empezado. Pero aquel día no fue así.


Ella y yo nos conocemos de hace varios años. No nos vemos mucho pero tenemos cierta confianza y siempre hemos tenido encuentros satisfactorios. Como de costumbre, nada más entrar por la puerta comenzamos a bromear. Antes de continuar he de decir que si bien es cierto que ese día estaba algo cansado por temas laborales y había recibido una mala noticia que me dejó algo pensativo. Estas circunstancias podrían haber influido en algo en mi ánimo y en lo que pasó, pero evidentemente, no fueron determinantes en su totalidad. Por lo demás mi actitud fue la que siempre intento mantener: positiva y respetuosa.

Pero recapitulemos. Al saludarnos ya estábamos bromeando como solemos hacer. Pero algo había distinto. No me tomé los comentarios a pecho, incluso me daban pie a vacilar un poco más con ella, pero me percaté de que en pocos minutos me había puesto de vuelta y media. Con simpatía y gracejo, pero de vuelta y media. Chistes sobre mi ropa, mi peinado, el barrio donde vivía, me llama mentiroso hasta cuatro veces en respuesta a unas contestaciones mías personales (que eran sinceras), etc. Seguidamente comenzó a hablarme clientes suyos. Sin terminar con esto, también sobre su ex. No es el momento idóneo, esos temas no ayudan a entrar en materia. En cualquier otro momento están bien, pero en ese, no. Salgo por peteneras y cambio de tema, le pregunto por el baño.

Tras los rituales de la higiene pasamos a la habitación. Cuando estamos metidos en faena, de repente para y hace comentarios (otra vez) sobre su ex y sobre un cliente de cierto país que le gustan ciertas prácticas. No es el momento. Me desconcentra. Volvemos a entrar en situación y vuelve a parar para hacer comentarios. Otra vez, me desconcentro.
Se impone un cambio de tercio. Me pongo en marcha para hacerle algunas cositas pero se escaquea. Me bloquea con el cuerpo cual jugador de rugby e incluso me dirige los movimientos con bruscas maneras. En ese punto todas las pequeñas cosas acumuladas, estallan. Me levanto y voy a lavarme. Joder, que coñazo. Pienso.

Le cuento lo que me pasa. Que no ha sido por nada en particular pero me he puesto de mal humor. Dice no entender lo que quiero decir. Cómo aún tenemos un rato largo opto por charlar un poco con ella sobre cualquier cosa y relajar el ambiente. Despelleja a un par de conocidas suyas. Sus rencillas y envidias. Esos temas tampoco me motivan mucho y voy reconduciendo la conversa hacia otros derroteros. Al fin, sintonizamos un poco y el rato es agradable. Nos acercamos y jugamos un poco más.

Lo bueno no dura mucho. Su ex vuelve a la palestra. Me vuelve a contar una batallita sobré él en la mitad de la acción. ¿Acaso le recuerdo a él? Esto ya es mosqueante. El soldado se rinde irremisiblemente ante su actitud. Yo no digo nada y ella sigue “trabajando” pero cómo el soldado no colabora, al rato se convierte en una situación absurda y le digo que pare.

Evidentemente me pregunta que qué me pasa y tal y cual. Me dice que si no estoy bien que porque voy a verla y en medio de su discurso, suelta la gran frase. Esa que me estaba temiendo: “Todo está en la cabeza. El cerebro es el principal órgano sexual”. Lo qué hay que oír, madre mía.

Mi respuesta es concisa: “Por supuesto que lo es”. Lo que no le digo es lo que viene a la cabeza a continuación: si sabe que lo es, ¿por qué no lo utiliza un poco? ¿No entiende que despellejar delante de mí a sus compañeras de profesión, sus clientes y su ex, y hacer chistes sobre mi persona cómo si ella  fuera mi amigote de cervezas, no es nada sexy? Si sabe que el cerebro es el órgano sexual por excelencia ¿Por qué no insinúa, juega y crea un ambiente propicio para el sexo en vez de darme manotazos y usar los codos como un defensa de rugby marrullero? Si lo sabe, ¿por qué se centra únicamente en darme estirones a la polla cómo si estuviera tocando la zambomba e ignorando todo lo demás? Si lo sabe… ¿por qué coño no lo utiliza?

En fin.


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