Aquel día me pasó lo que describe
el título de esta serie de entradas del blog. Si, tuve un gatillazo. No fue la
primera vez y seguro que no será la última. En estos casos no me obsesiono,
simplemente me echo unas risas con la
chica y pelillos a la mar. Normalmente cuando se relaja la cuestión un poco,
todo vuele a su ser y podemos terminar lo empezado. Pero aquel día no fue así.
Ella y yo nos conocemos de hace
varios años. No nos vemos mucho pero tenemos cierta confianza y siempre hemos
tenido encuentros satisfactorios. Como de costumbre, nada más entrar por la
puerta comenzamos a bromear. Antes de continuar he de decir que si bien es
cierto que ese día estaba algo cansado por temas laborales y había recibido una
mala noticia que me dejó algo pensativo. Estas circunstancias podrían haber
influido en algo en mi ánimo y en lo que pasó, pero evidentemente, no fueron
determinantes en su totalidad. Por lo demás mi actitud fue la que siempre
intento mantener: positiva y respetuosa.
Pero recapitulemos. Al saludarnos
ya estábamos bromeando como solemos hacer. Pero algo había distinto. No me tomé
los comentarios a pecho, incluso me daban pie a vacilar un poco más con ella,
pero me percaté de que en pocos minutos me había puesto de vuelta y media. Con
simpatía y gracejo, pero de vuelta y media. Chistes sobre mi ropa, mi peinado,
el barrio donde vivía, me llama mentiroso hasta cuatro veces en respuesta a
unas contestaciones mías personales (que eran sinceras), etc. Seguidamente
comenzó a hablarme clientes suyos. Sin terminar con esto, también sobre su ex. No
es el momento idóneo, esos temas no ayudan a entrar en materia. En cualquier
otro momento están bien, pero en ese, no. Salgo por peteneras y cambio de tema,
le pregunto por el baño.
Tras los rituales de la higiene
pasamos a la habitación. Cuando estamos metidos en faena, de repente para y
hace comentarios (otra vez) sobre su ex y sobre un cliente de cierto país que
le gustan ciertas prácticas. No es el momento. Me desconcentra. Volvemos a
entrar en situación y vuelve a parar para hacer comentarios. Otra vez, me
desconcentro.
Se impone un cambio de tercio. Me
pongo en marcha para hacerle algunas cositas pero se escaquea. Me bloquea con el
cuerpo cual jugador de rugby e incluso me dirige los movimientos con bruscas
maneras. En ese punto todas las pequeñas cosas acumuladas, estallan. Me levanto
y voy a lavarme. Joder, que coñazo. Pienso.
Le cuento lo que me pasa. Que no
ha sido por nada en particular pero me he puesto de mal humor. Dice no entender
lo que quiero decir. Cómo aún tenemos un rato largo opto por charlar un poco
con ella sobre cualquier cosa y relajar el ambiente. Despelleja a un par de
conocidas suyas. Sus rencillas y envidias. Esos temas tampoco me motivan mucho
y voy reconduciendo la conversa hacia otros derroteros. Al fin, sintonizamos un
poco y el rato es agradable. Nos acercamos y jugamos un poco más.
Lo bueno no dura mucho. Su ex
vuelve a la palestra. Me vuelve a contar una batallita sobré él en la mitad de
la acción. ¿Acaso le recuerdo a él? Esto ya es mosqueante. El soldado se rinde
irremisiblemente ante su actitud. Yo no digo nada y ella sigue “trabajando”
pero cómo el soldado no colabora, al rato se convierte en una situación absurda
y le digo que pare.
Evidentemente me pregunta que qué
me pasa y tal y cual. Me dice que si no estoy bien que porque voy a verla y en
medio de su discurso, suelta la gran frase. Esa que me estaba temiendo: “Todo
está en la cabeza. El cerebro es el principal órgano sexual”. Lo qué hay que
oír, madre mía.
Mi respuesta es concisa: “Por
supuesto que lo es”. Lo que no le digo es lo que viene a la cabeza a
continuación: si sabe que lo es, ¿por qué no lo utiliza un poco? ¿No entiende
que despellejar delante de mí a sus compañeras de profesión, sus clientes y su
ex, y hacer chistes sobre mi persona cómo si ella fuera mi amigote de cervezas, no es nada sexy?
Si sabe que el cerebro es el órgano sexual por excelencia ¿Por qué no insinúa,
juega y crea un ambiente propicio para el sexo en vez de darme manotazos y usar
los codos como un defensa de rugby marrullero? Si lo sabe, ¿por qué se centra únicamente
en darme estirones a la polla cómo si estuviera tocando la zambomba e ignorando
todo lo demás? Si lo sabe… ¿por qué coño no lo utiliza?
En fin.
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