jueves, 12 de noviembre de 2015

Gatillazos: su primera vez.

Olvidar la primera vez en el sexo de pago es difícil. Puede marcar o no, para bien o para mal, pero siempre se recuerda. Hoy hablaremos de la de ella.

Pongámonos en antecedentes. Ciudad pequeña en la que pasaba una temporada por trabajo. No conocía a nadie fuera del ámbito laboral y tras pasar varias noches de rutina aburrida encontré un piso a pocos minutos de mi hotel. Me gustó la chica que conocí y quise volver a verla. A mi regreso al piso tiempo después, me recibe una encargada ojerosa y envuelta en una nube de nicotina. Me dice que no está mi conocida pero que me presenta a las demás. Ella fue la segunda en entrar. Alta y estilizada. Morena de piel y cabello. Vestida con lencería roja y un gran collar de piedras azules. Se acercó mirándome a los ojos,  suavemente me cogió de ambas mejillas y me besó ligeramente los labios. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Quizá fue la sorpresa, que me conmovió su delicadeza o que me puso cachondo. Vaya usted a saber.



Se hacía llamar Barbi. Rondaría los veinte años, no muchos más. No hablaba español y nos tuvimos que apañar con un poco de portuñol, ella intentaba evitar hablar demasiado. Fue un encuentro intenso. Empezó muy suave, con una ternura por su parte que me llamó mucho la atención. Nos reconocimos mutuamente de pie, en el centro de la habitación. Me comió a besos, boca, cuello, mejillas, todo. Poco a poco fue a más, ella se relajó, cogió confianza y me dio un somero repaso. Dicho en plata: me folló hasta dejarme hecho migas.

Después hablamos un ratito tumbados en la cama, acariciándonos mutuamente. Con naturalidad, como dos viejos conocidos.

Volví a verla varias veces más. La última vez que la ví me comentó que yo había sido su primer cliente. El mismo día que nos conocimos había llegado de Brasil y fue su primera presentación. Cuando la encargada le dijo que era la elegida, se puso a llorar. Entendí en ese momento que lo que yo interpreté aquel día como cara de cansancio, se debía a estas cosas. Me confesó que cuando entró en la habitación estaba muy nerviosa, pero se tranquilizó cuando la recibí sonriendo.  Poco a poco, después de hablar un poquito y ver cómo la trataba, se fue relajando. Días después a esta primera vez la volví a visitar y cuando entró en la habitación me comentó que no sabía quién la esperaba, pero al verme: “me puse muy contenta”.

En mi memoria quedó, sin saber todo lo que me dijo después, una atmósfera especial en ese primer encuentro. No sé describirla, una mezcla de dulzura y delicadeza junto a una gran  intensidad física. Supongo que para ellas es también importante la primera vez. Después de su confesión del primer cliente, quise volver a verla, pero llamé varias veces y nunca estaba disponible, hasta que entendí que ya no trabajaba allí. Espero que le vaya bien.




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