Una de las pequeñas idiosincrasias que
hacen este mundo atractivo y divertido es que es totalmente impredecible. Llamar
a un anuncio de un periódico de una particular sin referencia alguna, es un
poco más impredecible todavía. No recuerdo exactamente lo que decía, más o
menos que era una chica holandesa (el dato más irrelevante para mí), con curvas
y piel bronceada (ambos datos algo más relevantes). Casualmente me hallaba a
escasos cinco minutos andando, así que sin pensármelo ni media me planté allí.
La primera sorpresa fue la madame. Bueno, el madame. O lo que sea... Un
travesti algo grandote con un aire a Pedro Almodóvar (pero menos velludo), que
sujetaba un perrito blanco en brazos. Amablemente me hace pasar a una
habitación pequeña mientras me comenta las condiciones y me pregunta por que
anuncio vengo. Evidentemente se trata una casa de las de toda la vida, con
varias chicas disponibles.
La decoración de todo el piso es bastante
peculiar, con un toque de glamour hortera y algo kisch y Almodóvar viene a mi
mente de nuevo. Hay una televisión con una película porno puesta, detalle que
sirve para controlar mejor el tiempo y que a algunos les da morbo. Al rato,
llega ella. Su entrada impacta: vestida con lencería roja y transparencias, todo curvas, grandes pechos, ojos expresivos,
piernas largas y piel muy bronceada. Sorprendido le lanzo algunos piropos no
muy obvios intentando ser simpático. Pero responde mediante gestos, parece que
no habla español. Le pregunto en inglés, el idioma oficioso de Holanda pero tampoco
me entiende y empiezo a pensar que algo raro pasa. Mediante mímica me hace
pasar al baño y me ayuda a lavarme. Todo en el más completo de los silencios.
Al volver ando algo descolocado por
la situación, así que ella toma la iniciativa
y se abalanza sobre mí. Lo más curioso del asunto es que no ha dicho, ni dirá
durante todo el encuentro ni una sola palabra, ni siquiera emitirá el más leve
de los sonidos. Tanto es así que se me ocurre que será muda o algo parecido y me entra mal rollo. La escena se repite una y
otra vez: yo hablo, ella me mira con sus grandes ojos y me responde por señas
Pero por sus reacciones veo que comprende perfectamente el español. Llega un
momento en que todo me parece de lo más absurdo y me entra una risa floja que apenas
puedo contener. Ella me mira sorprendida.
Con todo, me lo he pasado muy bien. Tanto que a los veinte días me vuelvo a
dejar caer por el piso. Esta vez me presentan a todas las chicas, tres para ser
más exactos. Incluyendo a la holandesa. Mientras van llegando jugueteo un poco
con el perro, demasiado amistoso con los extraños como para ser un buen
guardián. Le comunico al madame mi elección y me hace pasar a la misma
habitación de la vez anterior. De nuevo su entrada es espectacular y en un más
que correcto español me dice que se llama Laura y comenzamos una fluida
conversación. Como dos hispano hablantes cualquiera de nacimiento.
No dije nada, sonreí para mis adentros y alargué la charla inicial un poco más
de lo habitual. Sólo por el placer de oír su voz.
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